Por Claudia Rojas, ingeniera E2E.
Los recursos requeridos para fabricar, construir, operar y mantener una edificación han cobrado cada vez mayor relevancia debido al alto consumo energético que esto puede significar. En base a las claras evidencias científicas referidas al cambio climático, producto de las emisiones de CO2, la eficiencia energética aplicada a cualquier sector constituye un recurso inevitable a considerar dentro del desarrollo de cualquier proyecto, con el fin de disminuir al máximo las emisiones y los efectos adversos que estas producen.
Por supuesto, el sector residencial no se queda fuera de este requerimiento. Y es que los recursos energéticos usados en el desarrollo, construcción, y operación de viviendas o edificios provocan impactos ambientales relevantes a nivel local, regional y nacional.
Uno de los métodos que existen actualmente para evaluar el consumo de energía de un edificio o vivienda implica considerar su ciclo de vida, en el que se pueden considerar cinco fases: (i) extracción y fabricación de materiales y componentes; (ii) transporte de materiales y componentes al sitio de construcción; (iii) proceso de construcción; (iv) operación; y (v) demolición y reciclaje. Todas estas fases tienen importancia en el consumo de energía, siendo una de las más intensas la de operación del edificio o vivienda.
Bajo este contexto, el aporte sobre el uso eficiente de recursos y energía necesaria para llevar a cabo cada una de las fases repercute no solo en mejoras ambientales, sino también económicas, ya que la reducción del consumo de energía se traduce en una disminución de los costos energéticos, asociados, por ejemplo, a la mantención y operación de la vivienda (sistemas de calefacción, iluminación, etc.).
Dado esto, los procesos industrializados y la prefabricación en la construcción pueden impactar de diversas maneras en el aporte a la eficiencia energética de viviendas y edificios.
En primer lugar, al tener un mayor control de calidad bajo condiciones ideales, es posible asegurar la correcta aplicación y ejecución de soluciones constructivas que cumplan con los requerimientos térmicos del proyecto, por ejemplo: uso adecuado de aislación, barreras de humedad, etc.
En segundo lugar, los sistemas constructivos basados en la industrialización y prefabricación de elementos reducen la cantidad de residuos y desperdicios de materiales en las obras, ya que los componentes del edificio o vivienda se producen en fábrica con una mayor eficiencia y optimización en el uso de materiales, donde en terreno sólo es requerido realizar faenas de montaje.
Finalmente, gracias a la reducción de tiempo de construcción de proyectos industrializados, es posible disminuir los tiempos de transporte, duración y operación general de la obra, lo que se traduce en menos energía utilizada durante la fase de construcción.
Dicho esto, la industrialización, sin duda, significa un camino clave para aumentar la eficiencia energética en el sector construcción, ya que su implementación conlleva a un sinnúmero de beneficios que permitirán disminuir los recursos necesarios para ejecutar las fases de los proyectos de vivienda y/o edificación.